miércoles, 19 de enero de 2011

Inteligencia emocional aplicada a la docencia universitaria

Lic. Johan K. Arias Prada
Docencia universitaria

Inteligencia emocional aplicada a la docencia  universitaria

A la inteligencia emocional se le concibe como una habilidad para reconocer, percibir y valorar las propias emociones, así como para regularlas y expresarlas en los momentos adecuados y en las formas pertinentes. El término fue popularizado por Daniel Goleman (1995) con su célebre libro Inteligencia emocional, quien manifiesta que la inteligencia emocional puede entenderse como:

La capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los ajenos, de motivarnos y manejar bien las emociones, en nosotros mismos y en nuestras relaciones (p. 35).

Las características de la llamada inteligencia emocional son la capacidad de motivarnos a nosotros mismos, de perseverar en el empeño a pesar de las posibles frustraciones, de controlar los impulsos, de diferir las gratificaciones, de regular nuestros propios estados de ánimo, de evitar que la angustia interfiera con nuestras facultades racionales y la capacidad de empatizar y confiar en los demás.

Esta propuesta explica que ciertos aspectos del comportamiento humano asociados a la inteligencia no corresponden exclusivamente al aspecto cognitivo, sino que implicaban también a las emociones. Goleman (1995) manifiesta:

En esencia, todas las emociones son impulsos para actuar, planes instantáneos para enfrentarnos a la vida que la evolución nos ha inculcado (p. 21).

Las emociones son importantes para el ejercicio de la razón. Entre el sentir y el pensar, la emoción guía nuestras decisiones, trabajando con la mente racional y capacitando —o incapacitando— al pensamiento mismo. Del mismo modo, el cerebro pensante desempeña un papel fundamental en nuestras emociones, exceptuando aquellos momentos en los que las emociones se desbordan y el cerebro emocional asume por completo el control de la situación. En cierto modo, tenemos dos cerebros y dos clases diferentes de inteligencia: la inteligencia racional y la inteligencia emocional .

Daniel Goleman  recoge el pensamiento de numerosos científicos del comportamiento humano que cuestionan el valor de la inteligencia racional como producto de éxito en las tareas concretas de la vida, en los diversos ámbitos de la familia, los negocios, la toma de decisiones, el desempeño profesional, etc. La inteligencia pura no garantiza un buen manejo de las vicisitudes que se presentan y que es necesario enfrentar para tener éxito en la vida.

El concepto de "Inteligencia Emocional" enfatiza el papel preponderante que ejercen las emociones dentro del funcionamiento psicológico de una persona cuando ésta se ve enfrentada a momentos difíciles y tareas importantes: los peligros, las pérdidas dolorosas, la persistencia hacia una meta a pesar de los fracasos, el enfrentar riesgos, los conflictos con un compañero en el trabajo. En todas estas situaciones hay una involucración emocional que puede resultar en una acción que culmine de modo exitoso o bien interferir negativamente en el desempeño final. Cada emoción ofrece una disposición definida a la acción, de manera que el repertorio emocional de la persona y su forma de operar influirá decisivamente en el éxito o fracaso que obtenga en las tareas que emprenda.

Se piensa erróneamente que las competencias afectivas y emocionales en la docencia universitaria no son imprescindibles o en el mejor de los casos son poco importantes en el desempeño del quehacer docente. Sin embargo, vemos, en el día a día de la labor docente, que en el proceso de enseñanza – aprendizaje – evaluación  el aspecto afectivo surge como mediador en la relación que se establece entre el docente y sus estudiantes; por tanto,  no se le puede negar ni excluir porque tal proceso humano e intersubjetivo ocurre en un sistema social complejo, como lo es el sistema universitario, sujeto a las características propias de cada cultura.

El docente universitario es quien se dedica  profesionalmente a la enseñana especializado en una determinada área del conocimiento, asignatura, disciplina académica que se le asigna. Además de la transmisión de valores, técnicas y saberes generales o específicos de la materia que enseña, parte de la función pedagógica de  facilitar el aprendizaje para que el estudianter lo alcance de la mejor manera posible.

Ambos, profesor y estudiante, son agentes efectivos del proceso enseñanza -aprendizaje. Paralelamente a las funciones docentes, los profesores suelen realizar funciones de investigación y tareas organizativas o en este caso, de la enseñanza superior, consiste en la dirección de las actividades de investigación a cargo de los estudiantes.

Siendo la finalidad de la educación formar estudiantes emocionalmente competentes (capaces de reconocer y manejar sus emociones), y, por lo tanto, de relacionarse con los demás de forma adecuada y pacífica, surge el planteamiento de un conocimiento y aplicación de la inteligencia emocional por parte de los docentes de educación superior para poder realizar una sesión pedagógica de calidad con sus estudiantes.

Rietveldt (2008) en cuanto a la acción docente manifiesta:

Los compromisos epistemológicos del docente están integrados por los conceptos, creencias y actitudes en la práctica diaria (p. 131).

El docente emocionalmente inteligente es, entonces, el encargado de formar y educar al alumno en competencias como el conocimiento de sus propias emociones, el desarrollo del autocontrol y la capacidad de expresar sus sentimientos de forma adecuada a los demás.

Para que el profesor se encuentre preparado para asumir este reto, es necesario, en primer lugar, que piense en su propio desarrollo emocional: solo entonces estará apto para capacitarse y adquirir herramientas metodológicas que le permitan realizar esta labor. Se sabe que es imposible educar afectiva y moralmente a estudiantes si no se cuenta con una estructura de valores clara, además de un cierto dominio de las propias emociones. El desarrollo de los recursos emocionales del docente debe ser el primer paso para emprender este cambio educativo. El maestro emocionalmente inteligente debe contar con los suficientes recursos emocionales que acompañen el desarrollo afectivo de sus alumnos. Con ello, establece un vínculo saludable y cercano con ellos, comprende sus estados emocionales, y les enseña a conocerse y a resolver los conflictos cotidianos de forma conciliadora y pacífica.

-       Goleman, D (1995). La Inteligencia Emocional: ¿Por qué es más importante que el cociente intelectual? Argentina. Javier Vergara Editor.

-       RIETVELDT, F. (2008). Inteligencia emocional y competencias del docente universitario. Revista Ciencias de la Educación. Año Nº 34. P. 126 – 143.

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